¿Alcohol? No, gracias: por qué la generación Z bebe menos
Los más jóvenes redefinen su relación con la sustancia y ser abstemio está cada vez más normalizado. La industria se reinventa y el mercado 0,0 gana terreno


¿Bebo mucho? ¿Me sienta bien? ¿Me gusta? Hace no tanto, los jóvenes no solían hacerse este tipo de preguntas. En cambio, la relación de quienes hoy son veinteañeros con el alcohol es muy distinta: cada vez hay más que eligen reducir su consumo o, directamente, ser abstemios. No se trata solo de los retos que se ven en redes sociales de empezar el año sobrio, sino que va más allá. De hecho, es una tendencia impulsada por la llamada generación Z, la de los nacidos entre finales de los noventa y la primera década de los 2000. La industria del alcohol ―sometida a restricciones contra una de las drogas más extendidas y más dañinas para la salud pública― ha visto clara esta filosofía: bodegas de vino y marcas de destilados invierten en su segmento desalcoholizado, siguiendo la exitosa estela de las cervezas. Las barras despachan sin complejos bebidas 0,0. No beber ha dejado de ser extraño.
“La mayoría de los que dicen que les gusta el sabor del alcohol mienten”

Josep Sancho cree que “la mayoría de las personas que dicen que les gusta el sabor del alcohol, mienten”. En su caso, no lo considera compatible con su estilo de vida. Entrena los siete días de la semana. “No quiero ser culturista, pero me gusta estar saludable”, aclara. Cree que una persona que consume alcohol no puede rendir lo mismo que él en el gimnasio. Solo toma agua y su dieta es estricta con un control de las calorías y los azúcares que consume. Sus amigos beben, pero se enorgullecen de él por no hacerlo. “Me felicitan y me dicen que ojalá pudieran dejarlo, yo les explico que es muy fácil”, cuenta.
“No soy abstemia del todo, me considero ‘sobrio-curiosa”

Andrea Mellado bebía muchísimo cuando tenía 20 años. “Ahora, no. Me considero sober-curious [sobrio-curiosa]: no soy completamente abstemia, bebo, pero soy mucho más consciente cuando lo hago”, detalla. Afirma que se siente mejor así. En 2020, junto a otros cuatro socios, fundó una distribuidora de bebidas sin alcohol, para particulares, así como bares, restaurantes y cafeterías (The Blue Dolphin Store). La iniciativa empezó porque dos de sus colegas habían dejado el alcohol. “Se dieron cuenta de que no existían bebidas para ellos y decidimos solucionarlo”. La categoría que más venden es la de vinos sin alcohol (“sobre todo blancos”), seguida de cervezas y destilados 0,0.
“No me costó dejarlo, me lo pasaba igual de bien de fiesta”

Jaime Bartolomé empezó a consumir alcohol de forma esporádica con 14 años, pero paró de hacerlo con 21, cuando le diagnosticaron la enfermedad de Crohn: “Mi cuerpo lo agradeció, lo que más me sorprendió es que no me costó dejarlo porque me lo pasaba igual de bien de fiesta”. Con su entorno más cercano no le supuso problema, pero en reuniones de trabajo todavía se asustan cuando pide un refresco, sobre todo, en ambientes más masculinos. “Hay un vínculo clarísimo entre la testosterona y el alcohol”, refiere.
"Era una tontería hacer algo que no me gustaba para encajar"
Sandra Román empezó a beber alcohol al cumplir la mayoría de edad porque era “lo normal” para integrarse, pero le afectaba demasiado: “Maduré y me di cuenta de que era una tontería hacer algo que no me gustaba para encajar”. Normalmente toma agua, “como mucho un refresco”. Reconoce que a veces la han mirado raro por ser abstemia. "¿Pero no bebes nada, nada?" le preguntan sorprendidos. Cree que las personas obvian los peligros relacionados con el alcohol. Hace menos de diez años que terminó sus estudios en Dietética: “Desde entonces, soy mucho más consciente”.
“No disfrutaba bebiendo, era como probar detergente”

Laura Botana probó el alcohol en su adolescencia por presión social, pero lo dejó en 2022, cuando pidió a sus amigos que no la atosigasen más por no tomarse una copa. “No disfrutaba bebiendo, lo pasaba mal, era como probar detergente”, relata. Confiesa que, a veces, tuvo que decir que no podía beber por motivos religiosos o por una cuestión de salud para salir airosa de ciertas situaciones, algo que ahora ha cambiado porque ya reconoce abiertamente que no le gusta.
“Tuve que volver a aprender a ser yo sin alcohol”

A Guillermo Escribano no le gustaba la relación que tenía con el alcohol. Empezó a beber en la adolescencia “con los típicos cócteles dulzones, junto a mi hermana y mi prima cuando veraneábamos en Benidorm”, recuerda. “Siendo parte del colectivo LGTBIQ+ viví una adolescencia en el armario. Con el alcohol sentía que podía ser la persona que era sin tener que pensarlo mucho; sentía que podía disfrutar”, agrega. Hace una década comenzó a replantearse su relación con el alcohol y ahora solo bebe en ocasiones concretas. La última, en Nochevieja: “Cuando dejé de beber tuve que volver a aprender a ser yo sin alcohol”.
"Cada vez me siento más comprendida por mi entorno"

“En el pueblo era famosa por ser la que no bebía”, afirma Ainhoa Angulo. Se autodefine como "el disco duro de la pandilla" durante su juventud, pues cuando nadie se acordaba de lo que había pasado la noche anterior, ella sí: “Me sentía tranquila de haber sido consciente de todo”. Incluso, en los encuentros familiares la animaban a tomarse una copa. “Tuve que dar yo más explicaciones por no beber que mis primos pequeños por hacerlo”, cuenta. Pero, poco a poco la cuestionan menos. "Cada vez me siento más comprendida por mi entorno. Dicen que tengo más fiesta que cualquiera. Salgo hasta las ocho de la mañana con mi botellín de agua y disfruto igual”.