Amar la cultura
Someter las artes a causas exteriores es tanto como condenarlas al servilismo

Despreciamos la cultura. Es posible que nos gusten sus luces colaterales, su prestigio y los canapés de sus eventos. Pero la cultura nos interesa del mismo modo que lo hace una llave inglesa o una linterna: como una herramienta que nos sirve y nos es útil para propósitos que a veces ni siquiera son nobles. Aspiramos a decirnos cultos, pero a cada paso intentamos someter el cine o la literatura a nuestras neurosis particulares.