‘Cerebritos’ en un país de alcohólicos

El creciente número de abstemios pone en evidencia la tóxica relación con la bebida de otras generaciones de españoles

Mar 18, 2025 - 01:00
‘Cerebritos’ en un país de alcohólicos

No hace mucho quedé con un muchacho culto, educado y jovial, bastante más joven que yo. Solo cuando pedí la tercera caña me atreví a preguntarle por qué él iba aún por el primer agua. “No bebo”, me dijo. Giré los ojos e hice el típico chascarrillo de mujer madura que ejerce como tal pero aún no se considera vieja: “Yo a tu edad…”. Yo a su edad no hubiese podido afrontar la idea de quedar con un desconocido atractivo sin contar con la reconfortante garantía que ofrecen las barras y su producto líquido: la de que en media hora uno podrá estar ligeramente anestesiado, en una relajado, en dos clarividente y en tres, lanzado. No recordé hasta el día siguiente, cuando me levanté con una resaca considerable, que también le había contado que mi primera borrachera fue a los 15 años (“una noche me escapé sin permiso a las fiestas del pueblo de una amiga y al amanecer su madre tuvo que tenderme en el suelo del baño de su casa para rociarme con el teléfono de la ducha y hacerme recuperar el conocimiento”), que en la universidad conocí a un campeón autonómico en ingesta de cerebritos (“era un cóctel en el que se recrean las volutas encefálicas echando crema irlandesa una mezcla de vodka y granadina, ¿nunca lo has visto?”) o que al salir de mi primer trabajo, durante años, frecuenté con mis compañeros un bar de viejos en cuyo rótulo, entre un dibujo de un cruasán y otro de un vaso de tubo, se podía leer sin ironía: “O rei do cubata. Desayunos”. Esta última es una anécdota que siempre genera grandes risas entre los amigotes y amigotas que hemos formado parte de la cultura etílica española, tan definitoria del ocio de los últimos 50 años. A él, sin embargo, le llevó a decir con una calma que se parecía mucho a la pena: “Con razón tenéis todos el hígado graso”. Me dolió ese “todos” porque supe exactamente a qué se refería: a todos los que lo único que recordamos de nuestro primer beso es que sabía a alcohol.