Colman Domingo, el actor de vida normal que se convirtió en extraordinaria en la madurez
Hubo una época en la que se presentaba a ocho ‘castings’ al día mientras trabajaba de camarero, y a punto estuvo de abandonar la interpretación. Hoy acaricia por segunda vez el Oscar mientras en su vida hay una constante que no ha cambiado en 20 años, su marido Raúl

Colman Domingo es un hombre normal. Tan normal que a él no le cambia la vida en galas de premios o bebiendo champán, sino en supermercados y gimnasios, sirviendo cócteles en bares y comprando mascarillas. La vida de Domingo, nacido en Filadelfia (Pensilvania, EE UU) hace 55 años, ha dado muchísimas vueltas, como la de cualquiera, antes de ser quien es hoy: uno de los actores más brillantes y versátiles de su generación, que acumula dos nominaciones seguidas al Oscar como mejor actor. Si el año pasado, nominado por Rustin, perdió contra Cillian Murphy y Oppenheimer, este año tendrá que vérselas contra Adrien Brody, Ralph Fiennes, Timothée Chalamet y Sebastian Stan; es decir, competirá contra un arquitecto, un cardenal, Bob Dylan y Donald Trump, interpretando él a un preso que da clases de teatro. No lo tiene fácil. Imposible, tampoco.