Cuando España salió a pescar gangas de tecnología militar tras la Primera Guerra Mundial
El Gobierno encargó a un grupo de ingenieros del Ejército comprar material novedoso a buen precio y así lo hicieron. Pero su gran reto fue transportarlo, montarlo y hacerlo funcionar. Entre la épica y el esperpento, esta es la historia de los valientes de Retamares

El comandante Román Ingunza recorría a principios de 1922 uno de los campamentos británicos a los que había ido a parar todo tipo de material militar utilizado por los aliados durante la Primera Guerra Mundial, cuando se topó con unos aparatos de escucha que le llamaron la atención. Preguntó para qué servían exactamente y cómo se utilizaban y nadie supo explicárselo, así que, aunque tampoco está claro que el comandante lo supiera, los compró a un precio estupendamente bajo. Y no fue el único caso similar, según dejó escrito el general de brigada Juan Avilés Arnau, su jefe y el de toda la comisión encargada por aquellas fechas por el Gobierno español para recorrer Europa en busca de las gangas que el final de la Gran Guerra habían dejado tras de sí en forma de material de ingeniería castrense. “No debe extrañar, porque a tales campamentos o depósitos fue a parar casi todo el material, en sus infinitas variedades, establecido en los frentes y era punto menos que imposible mantener allí personal perito en todas las ramas de la técnica militar”, explica Avilés en el pie de página de uno de los tres artículos que publicó en la revista Memorial de Ingenieros en el verano de 1923.