Cuando lo que quieres para tus hijos no se corresponde con lo que haces
Las buenas intenciones, los deseos, las expectativas, las creencias, los valores, tropiezan a menudo con nuestras acciones, y de esa colisión surge un malestar que tiene nombre: disonancia cognitiva

Es un mal común: hacer lo que se puede. Y esto, a menudo, poco o nada tiene que ver lo que se quiere. Ocurre mucho entre madres (y algunos padres) que se enfrentan cada día a la crianza de los hijos, como quien sale de casa sabiendo que se encontrará el atasco en la carretera: con la certeza de que el viaje será más largo, impredecible y desesperante, pero aceptando que no hay otra opción. No sé si las generaciones pasadas experimentaron con tanta intensidad esa brecha entre lo que queremos para los hijos y lo que realmente hacemos con ellos. Si el peso de la culpa y la angustia también les caía encima como una losa cada noche, justo en el momento en el que un beso aterriza en la mejilla diminuta y unas manos meten con cuidado el nórdico bajo el colchón. Las buenas intenciones, los deseos, las expectativas, las creencias, los valores, tropiezan a menudo con nuestras acciones, y de esa colisión surge ese malestar que tiene nombre: disonancia cognitiva.