David Lynch, entre el mito de Marilyn y el de John Ford
El cineasta, fallecido esta semana, reinterpretó desde la vanguardia la mitología americana y cambió para toda una generación el “¿quién mató a Norma Jean?” por “¿quién mató a Laura Palmer?”
David Lynch murió el jueves con el telón de fondo de Los Ángeles en llamas. El destino —o lo que sea— quiso que la vida de uno de los cineastas que mejor comprendió el subsuelo maldito e infernal de esa ciudad mágica se apagara mientras sus colinas ardían. Tal vez tuviera sentido: aunque nació en Montana, su linaje estaba en Los Ángeles y en la fatalidad de su gran creación, Hollywood, y es vital en una obra íntimamente ligada a dos figuras medulares en el mito de aquel lugar, Marilyn Monroe, el gran enigma de las diosas rubias y problemáticas, y John Ford, el majestuoso paisajista de una tierra insondable cuya deriva hacia el infierno Lynch predijo como nadie.