David Lynch: no entiendo lo que pretendía contar, pero sospecho que él tampoco
Fue el director más amado por los modernos, el creador para ellos de mundos perturbadores, la vanguardia sofisticada y tenebrosa. Yo detesto casi toda su obra
Me cuentan que los periódicos regionales sobreviven en gran parte gracias a sus infinitas esquelas. Debe de ser reconfortante para los ancianos del lugar constatar que ellos siguen vivos aunque múltiples conocidos se hayan largado al otro barrio. Y reconozco que en los medios de comunicación, o como se llamen esos presuntos transmisores de la verdad y de la realidad, el género de las necrológicas resulta muy florido, sentido, sufrido. Todos los muertos son formidables cuando la han palmado, imperecedera su obra, entrañable su recuerdo. Durante muchas épocas me pedían en los periódicos que escribiera artículos sentidos sobre los muertos más ilustres. Y a veces se llevaban un susto acojonante ya que mi recuerdo de la obra de esa gente consagrada no era precisamente laudatorio. Cuando fenecen tantas personas que al parecer eran incondicionalmente amadas por el pueblo llano y por todos sus compañeros de profesión, a veces me avergüenzo de su interminable oda. Al parecer todos los muertos fueron tan geniales como amados. Y desde luego los que aparecían continuamente en las apestosas televisiones.