Defensa popular de Yolanda Ramos

Resulta sorprendente que los últimos avistamientos de los límites del humor no se hayan producido en un funeral, sino en una fiesta de cómicos

Jan 29, 2025 - 04:00
Defensa popular de Yolanda Ramos
Yolanda Ramos durante su intervención en la gala de los Feroz.

En los Premios Feroz en Pontevedra, Yolanda Ramos salió al escenario a entregar un premio con Daniel Guzmán y anunció que no le gustaba el guion que le habían dado para enredarse en un errático monólogo que levantó risas a ratos y estupor en otros; nada del otro mundo, nada que cualquier espectador fuese a confundir con un escándalo. Los guiones tienen muchas ventajas, y una de ellas es que, si te atienes a ellos, no desbarras. Disculpen el ejemplo pero es el que tengo más a mano: esta temporada en una sección que tengo en Hora 25 decidí no escribir mis brevísimas intervenciones: el resultado fue que mareaba la perdiz varios minutos más, y me pidieron (sic) que volviera a la fórmula anterior. ¿Por qué? Porque te ves sin hoja de ruta y empiezas a pensar que todo lo que se te ocurre es interesante. El de Ramos fue el gesto arriesgado de una actriz que decidió, sin consultar con nadie (y en una gala de premios, no en un quirófano), menospreciar el trabajo del equipo (los guionistas, profesión maltratada pendiente de una histórica reparación que en Hollywood empieza a llegar y que aún se espera en España), y apostar únicamente por ella. Es un gesto de artista; es decir, quien puede hacer eso es únicamente un artista. Ramos recibió algunas risas e indiferencia, pero al día siguiente, a fuerza de que se enfadaran unos y otros, empezó a enfadarse ya todo el mundo (esto, que no es nuevo, merece otro artículo: cómo mucha gente escribe una crítica razonada y constructiva y ve que, a partir de ella, la marabunta insulta y lo quema todo; Yolanda Ramos “cancelada”, dijo un titular). La polarización terminará con todos callados para que la turba sin decisión propia permanezca tranquila. Y, bueno, también resulta sorprendente que los últimos avistamientos de los límites del humor (saltarse el pactado para elegir el de una misma, y contarlo) no se hayan producido en un funeral, sino en una fiesta de cómicos.