‘Democracia, una historia’, de Paul Cartledge: el gobierno de todos y su tradición
Este repaso por el sistema político que impulsó Pericles resulta vital ante la ola de ideología iliberal y reaccionaria que se extiende hoy como una pandemia

En la estela de una ley contra la tiranía del 336 a.C., del Museo del Ágora de Atenas, se observa a la diosa Democracia coronando al pueblo, a Demos. La democracia como sistema político no nació con ese nombre y con las reformas de Solón (594 a.C.), primero, y de Clístenes (508 a.C.), después, tomó el bello nombre de isonomía o igualdad ante la ley, un derecho que siempre fue de la mano de otro valor irrenunciable, la isegoría o libertad de palabra. El término democracia tuvo en su origen un sentido despectivo, señalado casi siempre por los filósofos griegos en su crítica implacable cuando recordaban que pueblo (demos) era tan solo la masa y el poder (kratia) una fuerza arbitraria e irracional. Con Pericles la democracia ateniense se convirtió en escuela de Grecia y de todos los tiempos y en sus dos siglos y poco más de existencia vivió sobresaltos oligárquicos o tiránicos y supo sobreponerse con la primera ley de amnistía conocida de la historia en el 403 a.C. Después, con la llegada de Alejandro y sus sucesores, fue languideciendo y condenada a un ostracismo secular, pero en su letargo latió siempre un impulso vital a la espera de un nuevo renacimiento que llegó con la modernidad, primero en la historia del pensamiento político, después en la realidad histórica como democracias populares o democracias liberales.