Días de truenos
Lo que aterra de Trump es que actúa como si no tuviera contrapoder alguno
Lo más sorprendente de este Trump 2.0 es que es percibido casi como un fenómeno atmosférico, un torbellino o un tsunami del que sabemos que no podemos escapar; solo nos queda guarecernos de sus peores efectos. El discurso de toma de posesión hay que entenderlo, pues, como los truenos que anuncian la tormenta, acompañados de las primeras lluvias torrenciales en forma de inmediatos decretos presidenciales. Lo importante para el nuevo presidente es no perder el momentum, seguir presentándose como una fuerza de la naturaleza, incluso como un emisario divino encargado de detener el “declive americano” y “volver a hacer al país grande de nuevo”, como si el movimiento de la historia lo hubiera designado para completar la misión que dejó pendiente por la perversa interferencia de las fuerzas del mal. El bien está, desde luego, de su mano, de esa mano que, con indisimulado gozo, firmó ante su público las iniciales medidas ejecutivas del nuevo orden.