El activismo y la desilusión de Manuela Carmena
Creía que los activistas serían buenos políticos y descubrió que eran los peores


Desilusión es la palabra que escoge Manuela Carmena al analizar las actitudes de quienes la colocaron de candidata, y luego, con ayuda de los votantes, de alcaldesa de Madrid. Desilusión es una palabra bonita y en declive, porque lo propio de estos tiempos es la decepción, que no solo es un término mucho más áspero y violento, sino que coloca el peso de la culpa en el otro. La desilusión, en cambio, es personal: se pierde algo propio, la ilusión. Se deja, por ello, de ser un iluso. Y así se pintaba en la entrevista que concedió a Berna González Harbour a propósito de sus memorias políticas, como una ilusa rodeada de gente decepcionada.