El desarrollo del lenguaje en los tres primeros años: cómo fomentarlo y cuáles son los signos que alertan de la necesidad de ayuda
La evolución del habla en la infancia es un proceso fundamental, pero cada niño tiene su propio ritmo. La observación por parte de los progenitores es esencial para identificar posibles problemas, como no reaccionar ante los sonidos, que indiquen la necesidad de intervención temprana

El lenguaje desempeña un papel clave en el desarrollo del niño y su evolución está estrechamente relacionada con el entorno social y familiar. La familia es el primer y más relevante medio de aprendizaje de la lengua oral. No obstante, el desarrollo del lenguaje también depende de otros factores, como la madurez neurológica, la capacidad auditiva o el vínculo afectivo con los cuidadores.
Signos de alerta en los primeros meses de vida
● Llora sin consuelo, se sobresalta exageradamente o es muy pasivo. ● No reacciona ante los sonidos. ● No se gira hacia la fuente sonora. ● No aparece la sonrisa social.
De los seis a los 12 meses
A las señales de alarma anteriores se añaden: ● No ríe a carcajadas, no balbucea ni grita. No trata de influir con ello en las personas. ● No participa en juegos como el cucú-tras u otros juegos de interacción. ● No imita los gestos de palmitas, adiós u otros que se le han repetido o le han hecho gracia. ● No distingue su nombre, no comprende el “no” o un gesto de disgusto.
De los 12 a los 18 meses
A las señales de alarma anteriores se añaden: ● No conoce partes gruesas muy básicas de su cuerpo. ● No muestra al adulto lo que llama su atención ni intercambia miradas. ● No mantiene intercambios afectivos intensos con sus figuras de apego. ● No atiende cuando se le señala o muestra algo. ● No aparecen las primeras palabras, entre ellas el “no”. ● No atiende a su nombre. ● No sigue indicaciones sencillas. ● Si presenta otitis frecuentes, o si se toca los oídos o se queja de dolor.
De los 18 meses a los dos años
A las señales de alarma anteriores se añaden: ● Deja de decir las palabras que ya sabía. ● No utiliza juguetes figurativos como muñecos, animales o coches para representar acciones. ● No participa en juegos interactivos, no los pide o inicia. ● No imita acciones de la vida diaria espontáneamente. ● No nombra los objetos familiares ni utiliza estas palabras para pedir o comunicar algo, acompañándose de gestos y miradas. ● No sigue instrucciones sencillas ni responde a la comunicación. ● No ejecuta acciones que sabemos que conoce cuando se lo pedimos desde una distancia cercana y con apoyo gestual o situacional.
De los dos a los tres años
A las señales de alarma anteriores se añaden: ● Continúa utilizando una jerga ininteligible. ● Se mantiene aislado, sin buscar ayuda, consuelo y sin pedir nada, sin dejarse influir. ● Se resiste a cualquier cambio, tiene rabietas descontroladas. ● Presenta dificultades sociales, hablando poco y necesitando el contacto físico para resolver sus conflictos. ● Mira a los labios fijamente. ● Su comprensión está demasiado ligada a la situación, la entonación o la intención del interlocutor. ● No ejecuta las acciones habituales cuando se le piden. ● No reconoce imágenes o fotos. ● No combina dos palabras o más y su vocabulario no aumenta. ● No utiliza su nombre. ● No come sólido.