El eterno retorno del ‘Kalifa’, una obra que descubre a un artista diagnosticado con una enfermedad incurable
Alejandro Fernández, un ser humano con una historia extraordinaria, vivió hasta que lo dejó la distrofia muscular. Una exposición desvela al pintor y a su obra, un grito de amor al mundo, del que siempre supo que se iría antes de tiempo
En la buhardilla de un adosado ubicado en un callejón sin salida de Majadahonda (Madrid), tenía su particular estudio Alejandro Fernández (Madrid, 1974-2019), Kalifa para los amigos y Kalifrogman en sus obras. En esa luminosa habitación de techos inclinados, por la que andaban sueltos lagartos y ratones, algunos reptiles hacían equilibrios por cuerdas que unían paredes y una grajilla entraba por la ventana y se posaba en su hombro al escuchar su silbido, hay ahora centenares de cuadros. Enmarcados y sin enmarcar, colgados, apilados en carpetones y baúles, amontonados contra muros. Siguen llenando de colores vivos esa estancia, en la que permanecen también todos los libros de bichos que se compró siendo un niño, con sus primeros ahorros; y los bastones, muletas, y sillas de ruedas más y menos sofisticadas, adaptadas a la evolución de la enfermedad degenerativa que lo acompañó toda su vida de 45 años. Una exposición, que puede verse hasta el 2 de marzo en el centro cultural de Las Rozas Pérez de la Riva y que lleva por título Kalifa, descubre ahora su obra y al artista autodidacta que fue hasta que murió en 2019.