El hedonismo visual de Barceló
El artista llega ahora a los premios Ortega y Gasset con una propuesta exultante de plenitud vital donde todo cambia, gira y se transforma a un ritmo vertiginoso e imprevisible: tiene algo de metáfora cuajada de su mundo plástico y también escultórico

Que sin Miquel Barceló el mundo sería peor de lo que es resulta una obviedad transparente incluso para quienes todavía no hayan descubierto el lujurioso hedonismo de un creador superdotado para sacar el latido vital de la materia inerte. Las bibliotecas que pintaba en sus tiempos juveniles eran autorretratos atestados de libros de un lector voraz, aunque ya no estén en sus cuadros (o estén en sombra, invisibles). A cambio, ahora la fastuosa fauna marina ha poblado sus telas con una densidad alucinada de magia bajo control y una pericia microscópica en la captación del mundo submarino.