El ocaso de los glaciares
Los grandes depósitos de agua dulce del mundo están en serio peligro. El calentamiento global generado por los gases de efecto invernadero ha acelerado el deshielo de estas moles congeladas que son esenciales para abastecer de recursos hídricos a más de 2.000 millones de personas y regular el clima del planeta

Algo más de 8.000 millones de seres humanos habitan la Tierra. En un planeta cada vez más poblado —rozará los 11.000 millones en 2100— y expuesto a los efectos del calentamiento global, el agua dulce es, posiblemente, el recurso más preciado. Esencial para la supervivencia misma de la especie, no solo es fuente de higiene y salud. También desempeña un papel fundamental para reducir la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria, la paz, los derechos humanos, los ecosistemas y la educación, sostiene Naciones Unidas.
Extinción en Monte Perdido

El glaciar de Monte Perdido, en el corazón del parque nacional de Ordesa (Huesca), agoniza. La gran masa de hielo que corona esta montaña emblemática del Pirineo ha entrado este año en la Global Glacier Casualty List, un registro internacional que documenta glaciares irreversiblemente dañados o en proceso de desaparición debido al cambio climático. Si la tendencia actual continúa, el glaciar podría perderse por completo antes de 2035. En un siglo, se ha esfumado el hielo acumulado en los últimos 600 años. Solo en 2023, perdió una media de casi cuatro metros de grosor, aunque en algunas zonas la cifra alcanzó los ocho metros.
Hace ya tiempo que los investigadores advierten del deterioro imparable de los glaciares pirenaicos, en los que apenas queda acumulación de hielo, lo que equivale a su inminente defunción. “En los últimos 15 años han desaparecido nueve glaciares. De los 24 que había en 2011, hemos pasado a 15. Y más de la mitad de la superficie ocupada por hielo se ha extinguido”, señala Nacho López Moreno desde el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC). Eso supone que hoy quedan menos de 2 km2 de zona glaciada, que son la décima parte de los 20 km2 que había en 1850 (cuando se conservaban hasta 50 glaciares).
La conclusión es demoledora: los del Pirineo, que son los últimos glaciares de España y del sur de Europa, llegan a su fin. Aunque se tomaran medidas extremas para reducir el calentamiento, se necesitarían muchos años para que pudieran recuperarse. Algo parecido sucede en los Alpes. En esta cordillera, los glaciares situados a 3.400 metros de altitud están sentenciados a muerte, porque a esa altura se pierde más hielo del que se acumula, y el glaciar ya no tiene capacidad de regenerarse en invierno. “En las cimas alpinas se podría perder hasta el 75% del volumen de hielo actual”, vaticina López Moreno. Cinco de sus glaciares (Sarenne, Pizol, Fontana Bianca, Careser y Südlicher Schneeferner) están en la lista negra de próximas víctimas climáticas, y su deshielo incluso ha obligado a Suiza e Italia a redefinir su frontera. Hace un siglo, el país helvético contaba con más de 4.000 glaciares en su territorio. Una cuarta parte ya no existe.