“El rasgo elitista sigue siendo muy importante”: la extraña vida en el microcosmos de los colegios mayores de Madrid
En el singular ecosistema de los colegios mayores de Ciudad Universitaria conviven estudios, primeras veces, ideologías contrapuestas y las secuelas cada vez más evidentes de la falta de financiación de la Complutense. Estudiantes, responsables y excolegiales lo cuentan

La leche de pantera, ese combinado de leche y ginebra inventado por legionarios, sigue siendo popular entre los estudiantes madrileños: el Chapandaz, local donde lo sirven desde 1971, aún aparece en todas las rutas que los universitarios recorren cuando se asoman a la ciudad. “Para tomar algo, vamos por Moncloa. Allí están el Chapandaz, el Cien Montaditos y el Madriz, Madrid”, ilustra Adriana Agüero, estudiante de Periodismo de 18 años. Las discotecas se eligen mediante un sistema democrático: “Solemos cambiar bastante porque enviamos encuestas por el grupo de WhatsApp. Las más habituales son Cats y Copérnico”. Modernos métodos para locales clásicos. La Universidad es un ámbito de tradiciones y Agüero es una de los poco más de 6.000 habitantes de un particular microcosmos de usos y costumbres: el de los colegios mayores adscritos a la Universidad Complutense de Madrid. Los colegios mayores forman una red de instituciones educativas de raíz elitista —pero, irónicamente, perjudicadas por los recortes en educación del Gobierno madrileño—, ocasionalmente fuente de titulares escandalosos —como los cánticos machistas del Elías Ahuja— y que sus inquilinos siempre recordarán como un rito de paso en su periplo vital. Puede que para bien, pero puede que para mal.