El suburbio americano como campo de batalla
La primera novela del incorrecto Donald Antrim, recién publicada en español, anticipó macabramente hace tres décadas la sociedad de vecinos atomizada y paranoica de la era Trump

El 19 de julio de 1964 se publicó el primer cuento que atentaba contra lo idílico de eso que se ha dado en llamar el suburbio norteamericano, esto es, la adinerada pequeña población de las afueras, con impecables casas y vecinos siempre dispuestos a hornear galletas, en la que las familias de clase media con trabajos en las grandes ciudades se instalaban a una distancia prudencial del mundo. En buena parte, para protegerse de él. El cuento en cuestión es El nadador, de John Cheever. En él, uno de estos afortunados vecinos ve pasar (y hundirse) su vida en una sola tarde en la que, después de una fiesta, decide volver a casa nadando. La idea es cruzar las piscinas de sus vecinos. Pero a medida que avanza el día lo hace también un tormento —solo aliviado por el alcohol— que ha crecido con él en ese supuesto paraíso alienante, y que no únicamente amenaza esa tarde cada vez más desastrosa, sino toda su vida, porque esa tarde es también su vida.