El tiempo de la desconfianza
La razón ha sido reemplazada por la emoción como herramienta para juzgar lo que pasa; la sensación de no saber qué es la realidad común lleva una década ocurriendo, pero comenzó antes
Circula por las carreteras secundarias de internet un video donde seis o siete presidentes franceses del último medio siglo hacen su alocución de fin de año ante las cámaras de la televisión nacional, y todos dicen en algún momento las mismas palabras: “Fue un año difícil”. No me consta que todos lo hayan dicho con el mismo grado de honestidad o de convicción, o si cada uno de ellos fue por lo menos un poco hipócrita; pero la política en un mundo ideal debería ser el oficio diario de hacer que la gente sufra menos, o, en otras palabras, que la vida sea más fácil para quienes la tienen más difícil, y eso pasa —me dije lleno del idealismo del año que comienza— por el reconocimiento de la dificultad. Y, sin embargo, a medida que avanzaba el video, pasando de Mitterrand a Chirac y de Sarkozy a Macron, me percaté de estar teniendo la impresión, alarmista o justa, de que mi confianza en esas palabras sencillas iba disminuyendo, o de que disminuía mi confianza en la figura pública que las pronunciaba. En otras palabras: a cada una de esas cabezas parlantes le creí menos que a la anterior. ¿Por qué?