Estamos ensimismados: nos encanta opinar, pero nos falta diálogo
Necesitamos establecer vínculos con los demás que nos abran al asombro y a la reflexión. Nuestras opiniones, que tanto nos importan, también nos encasillan

Mis estudiantes preguntan a menudo si pueden dar su opinión. Esta palabra, “opinión”, quizás sea una forma de recubrir lo que Milan Kundera llamó “la insoportable levedad del ser”, al menos por cómo escucho su pregunta. La opinión resulta de una idea cualquiera, en el sentido opuesto a la asociación de ideas freudiana, porque asociar, asociar, no asocian demasiado, pero sí dicen lo que piensan: según ellos, estudiantes universitarios de asignaturas de Humanidades y Ciencias Sociales, están a favor o en contra de algo, aunque no lo conozcan bien, no hayan leído sobre ello, ni siquiera comentado con otro, o tampoco hayan visto una serie de Netflix. La opinión es eso: decir algo que no necesariamente tiene un impacto o promueve el diálogo: se está a favor o en contra, como en las encuestas de opinión.