Futbolismo mágico americano
El libro Pelota sudaca presenta a algunos de los mejores futbolistas del continente como mitos a medio camino entre lo real y lo imaginado

Algún tiempo después de que, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordara aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo; o de que la moribunda madre de Juan Preciado lo pillara “en plan de prometerlo todo”, incluido viajar hasta Comala para visitar a su padre —Pedro Páramo— y pasarle la factura por los años de olvido; o de que la historia de varias generaciones de la familia Trueba llevara de la mano a millones de lectores por la historia reciente de Chile; era un paso lógico que el realismo mágico —esa corriente que presenta la irreal como algo cotidiano— pusiera sus ojos en el fútbol. De hecho, la transmisión oral de las historias del balompié llevaba décadas expandiendo el movimiento literario. Ante la ausencia de documentos audiovisuales, los mitos crecían de generación en generación. Delanteros que anotaban goles después de regatear a todo el equipo rival, figuras de equipos modestos que, supuestamente, fueron mejores que Di Stéfano, defensas que volaban varios metros para despejar balones a cabezazos, jugadores a los que iban a recoger al bar para jugar un partido y, después, regresar a la barra. Historias -todas con una base de verdad- a las que el boca a oreja fue añadiendo magia.