Gustavo Petro, la arquitectura de la Casa de Nariño y el debate sin resolver sobre la historia en los colegios de Colombia

El presidente ha criticado a los colombianos por desconocer la memoria de su propio país y ha utilizado el pasado de la residencia presidencial como el mejor ejemplo

Mar 15, 2025 - 01:00
Gustavo Petro, la arquitectura de la Casa de Nariño y el debate sin resolver sobre la historia en los colegios de Colombia

Gustavo Petro no se siente bien en el palacio presidencial. El mandatario colombiano ha reiterado su desdén por la Casa de Nariño. Sospecha que hay fantasmas en sus “penumbras frías”. La arquitectura postiza, ha dicho, es un calco reciente de la aristocracia francesa, en un estilo neoclásico ajeno a la realidad del país sudamericano. Ese rechazo a la construcción le ha servido, a la vez, para ampliar sus críticas contra el desinterés de los colombianos por su pasado. Un hecho achacado por el presidente a que la historia no “se enseña de manera adecuada”. O que se trata de una materia cada vez más arrinconada dentro del pénsum de los colegios.

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La historia del palacio

El presidente Rafael Núñez, mejor conocido por su frase “regeneración o catástrofe”, ordenó en 1885 la compra de la casa natal de Antonio Nariño, traductor de la Declaración de los Derechos del Hombre del francés al español. Su idea era utilizar la céntrica vivienda como residencia provisional, mientras se terminaban las obras de refacción en el cercano Palacio de San Carlos, la sede de Gobierno en ese entonces —hoy lugar de la Cancillería—. Una vez terminaron los trabajos, el inmueble fue utilizado para alojar otras dependencias oficiales. 

En 1904 el presidente Rafael Reyes se decanta de nuevo por la casa de Nariño, dos cuadras al sur de la Plaza de Bolívar como sede permanente del poder por su valor simbólico. No obstante, su sencillo estilo colonial español, uniforme en tipología y escala con los inmuebles de la zona, no realzaba la solemnidad del mando presidencial. Por eso, las autoridades ordenaron demolerla y levantar en su sitio un edificio en estilo neoclásico francés, cuyas obras terminaron en 1908. 

En esa época también fue conocido como el Palacio de la Carrera. Con el tiempo se fueron comprando los inmuebles colindantes para ganar seguridad y alojar la guardia presidencial. En la década de 1930 se agregaron otros detalles. Y en 1972 se inició una drástica remodelación del palacete que ya sumaba más de 12 mil metros cuadrados de terreno. Aquella obra, que finalizó en 1978, le dio su aspecto actual y es la mansión contra la que el presidente Petro suele apuntar sus dardos

El historiador y arquitecto Carlos Niño explica: “Sí, es una arquitectura impostada, porque construir en los años setenta en un estilo neoclásico palaciego es anacrónico. Pero esta y varias sociedades en el mundo, desde Estados Unidos hasta otras en Suramérica, han atribuido a ese clasicismo griego o romano cierto sentido aristocrático y de poder estatal”. En su opinión, habría sido deseable edificar una sede oficial en arquitectura moderna: “Pero es tan difícil encontrar buenos arquitectos para hacer un palacio modernista digno, como la Casa de Huéspedes en Cartagena de Rogelio Salmona. Corríamos el riesgo de acabar con un pastiche como el del actual Palacio de Justicia en la Plaza de Bolívar”.