Héctor de Miguel ante el juez, ‘in dubio diarreo’

Procesar a un cómico por un delito de blasfemia no solo va contra la libertad de la que debe gozar todo creador, sino contra la sana función social que supone la sátira

Mar 11, 2025 - 06:00
Héctor de Miguel ante el juez, ‘in dubio diarreo’

“Me he cagado de miedo”, exclama el dios Dioniso, en Las ranas de Aristófanes, después de ver a Can Cerbero en la puerta del Hades. Y yo me pregunto ¿cómo es que nadie denunció y procesó a Aristófanes, al igual que el colectivo ultracatólico Abogados Cristianos y el juez Carlos Valle han hecho con el cómico Héctor de Miguel, por bromas menos blasfemas que ésta? Pues no es porque aquéllos fueran menos creyentes que nuestros agelastas, sino seguramente porque lo eran más. Porque, cuando Agustín de Hipona dijo aquello de que “fe sin dudas es fe muerta”, apuntaba al hecho de que todo aquel individuo o institución que no se expone a la otredad, esto es, a aquello que lo niega, y lo amenaza, no sólo verá debilitada su capacidad de respuesta digamos inmunológica, sino también su propia vitalidad. Por eso, todas las culturas, sociedades y religiones, que se sienten —o se quieren— fuertes, permiten, y fomentan, espacios de extrañeza. Lo cual, no sólo explica la existencia de las Dionisias y las Saturnales entre griegos y romanos, donde lo blasfemo era esencial en los rituales de aischrología, sino también las misas del burro y la risa pascual, en la Baja Edad Media, donde las obscenidades que propiciaban los mismos sacerdotes evocaban el alegre triunfo de la Resurrección.

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