Hombres al mando
Los dueños de nuestro destino han conseguido transmitir que son las pérfidas mujeres quienes poco a poco se están haciendo con el poder. Es la mayor paranoia actual

Hay padres y madres de adolescentes que observan con aprensión la dependencia que provoca el smartphone en las mentes juveniles. Hay asociaciones de progenitores que debaten hasta dónde prohibir, hasta dónde tutelar, hasta dónde es lícito controlar. Hay hombres bienintencionados que no se explican por qué el pensamiento de sus hijos no circula por la línea del progreso prevista, sino que sin salir de su asombro los ven retroceder, porque alguien, no saben quién, anda inoculando ideas conspiranoicas en esas mentes tiernas. Hay hombres que se preguntan de dónde viene el contagio de esta toxicidad cuando ellos dicen haberse librado de la vieja masculinidad en la que fueron educados. Hay hombres que no quieren ver. Hay hombres que no escuchan ese runrún continuo que reciben los chicos desde el ciberespacio que les arroja a pensar que los buenos trabajos se los llevarán ellas antes que ellos porque la política de cuota, de chiringuito, de igualdad, las favorece. Hay chicos que creen firmemente en el ya célebre porcentaje que les atormenta, ese 80/20 que dicta que un 80% de las chicas se sentirán atraídas por el 20% de varones exitosos provocando que el resto se vea a sí mismos como losers, esa odiosa palabra, debiendo conformarse con el pelotón de chicas no deseables. Una regla acientífica que les arroja a la añoranza de un tiempo en que los varones gozaban del derecho a elegir. Hay muchachos que replicarán una trasnochada virilidad para ocultar complejos de los que van a culpar a esas muchachas que los desprecian. Hay padres que les advierten del peligro de las temibles chicas denunciadoras, que con apenas un roce pueden acusarlos de abuso. Hay padres que temen a las mujeres e inoculan a sus hijos esa desconfianza rencorosa.