Jugar, vivir, sentir narrando
Con voz de falsete y recursos de los comentaristas de televisión y radio, en el pasillo de nuestra casa se recrearon cientos de encuentros, a cada cual más épico

Cuando mis hijos eran más pequeños, me encantaba observarlos mientras jugaban. La alfombra de la habitación que compartían es quizá el lugar donde más horas felices he pasado en los últimos años. Me tumbaba ahí, con un libro y un cojín, y a ratos leía, a ratos participaba en los juegos, a ratos me quedaba en silencio mirándolos con los ojos con los que se observa un milagro. También les escuchaba, porque los niños a determinadas edades juegan relatando en alto su propio juego. Cerraba los ojos y les oía poner voz a sus Legos, a los cochecitos, a los Playmobil de vaqueros que yo les compré hinchado de nostalgia. Con aquellos personajes de plástico y metal hilaban historias en las que podía reconocer giros, palabras y expresiones que provenían de su madre o de mí.