Konstantin Rudnev, el líder de una secta rusa que buscó refugio en la Patagonia argentina
El gurú condenado en Rusia por trata de personas y narcotráfico intenta hacerse pasar por el padre de un recién nacido para obtener la residencia en el país sudamericano


El ruso Konstantin Rudnev llegó a Argentina en octubre del año pasado. Lo acompañaban un hombre y una veintena de mujeres. Volaban desde Montenegro y solo unos pocos balbuceaban algo de español. Se instalaron en Bariloche, al pie de la cordillera de Los Andes, a 1.700 kilómetros de Buenos Aires. En un paraje rodeado de lagos, montañas nevadas y bosques de cohiues y alerces, alquilaron con dinero en efectivo lujosas cabañas de madera. Hacían “teletrabajo” para empresas en el extranjero, dijeron. Taparon las ventanas y pusieron cámaras de seguridad. Cada tanto se vestían de militares y desaparecían en el bosque. Volvían días después embarrados y hambrientos. Apenas llamaron la atención en una ciudad acostumbrada a los extranjeros amantes del turismo de aventura. Rudnev y su séquito están ahora presos en cárceles de máxima seguridad, acusados de trata de personas, reducción a la servidumbre y narcotráfico.