La arrogancia y el despecho
No hay color entre la negra nube de la corrupción que ensombrece los 23 años de Pujol y el tipo de corrupción ideológica como el que todavía protagoniza Puigdemont
Pobre y desgraciado es el país cuyos dirigentes están convencidos de que sus conciudadanos están en deuda con ellos. Al contrario que John Kennedy, hay gente que no piensa qué es lo que pueden hacer por su país sino en lo que debe hacer su país por ellos, para premiar su talento y sus sacrificios personales. En esta idea está el origen de buena parte de la máxima corrupción, la de los más poderosos que se sitúan por encima de ley para reivindicar su derecho al saqueo de los fondos públicos o a los sobornos como forma de resarcirse por su entrega a una actividad como la política.