La gran desconexión entre los partidos y el futuro
El porvenir y los retos que plantea no pueden esperar a que las grandes formaciones se pongan de acuerdo en algo

Quienes tenemos un ojo puesto en la política internacional y otro en la nacional no paramos de bizquear; no hay manera de evitar el estrabismo derivado de su falta de acople. Por un lado, un inquietante mundo en plena disrupción en el que todas las certidumbres anteriores parecen desvanecerse a una velocidad alarmante; por otro, politics as usual, como si habitáramos una isla ajena al temporal. Aquí seguimos dejándonos llevar por las inercias de los años anteriores. Se supone que estamos entrando además en una nueva era tecnológica que romperá de modo drástico con la organización del sistema productivo, exigirá algo próximo a una revolución de los sistemas de enseñanza, sanitario y de la misma gestión burocrática del Estado. Son cuestiones que se discuten en nuestro espacio público, claro está, pero como si fuera algo ajeno a nuestra política. Esta parece inmune ante estos desafíos, inmersa como está en el pugnaz choque entre bloques o partidos, en si Puigdemont es más trilero que Sánchez o viceversa, en si este o aquel juez sufre de alguna u otra distorsión hermenéutica o partidista, o en predicciones sobre la duración de la legislatura y los costes o beneficios de la (in)estabilidad del Gobierno. En fin, en nuestra política no hay más discusión que la que imponen las necesidades de poder de los partidos.