La guardería mecánica, el alias pluscuamperfecto para este Barcelona
No existe ahora mismo, en todo el viejo continente, un fútbol más noble y puro que el practicado por este equipo a medio camino entre los cursos de catequesis y la gloria europea
Digo yo que todos hemos jugado alguna vez este mismo partido: mojados como pollos, felices como gatos, corriendo de un lado para otro en algún campo de tierra donde las porterías se construían con piedras y la pelota pesaba un quintal. Cualquiera que haya jugado a ser futbolista se reconoce en este Barça delirante, en este equipo de niños descarados, de caras tiernas, de esfuerzo innegociable y risas agudas que apenas se estremecen ante el grito de una madre que llama para cenar desde el balcón: ese es el minuto exacto en que Raphinha, el chico grande al que ya le empieza a asomar el bigote, decidió poner el mundo patas arriba y marcar un gol que el Barça llevaba muchos años buscando.