La inagotable desfachatez
Los medios tienden a considerar que a un escritor consagrado se le debe consentir todo, pero el matonismo de columna contribuye al ambiente irrespirable que se ha apoderado de nuestro debate público
Hace años, un inglés afincado en España me comentaba lo extraño que le resultaba que las personas que tienen un cierto protagonismo en el debate público gocen en nuestro país de tanta impunidad a la hora de opinar. Según su punto de vista, una vez que una firma se vuelve conocida y consigue tener unos lectores fieles, nadie le afeará las cosas que pueda decir, por atrabiliarias, absurdas o hirientes que resulten. Mientras que en cualquier profesión suele tener consecuencias que el desempeño del profesional empeore significativamente, en el debate público las cosas son algo diferentes: no se paga coste alguno por rebajar el nivel de las intervenciones públicas hasta extremos que resultan embarazosos. Los medios tienden a considerar que a un autor consagrado se le debe consentir todo, como a un niño mimado. Sobre todo si escribe bien.