La rebelión sin líderes de los jóvenes en Serbia sigue ganando adeptos: “Tenemos un deber moral contra la corrupción”
Abogados, pensionistas y agricultores se unen a los miles de estudiantes que llevan tres meses de protestas contra el presidente Vucic

Un brazo de maniquí con la mano teñida de rojo roza el cielo azul de Belgrado, la capital de Serbia, con el Parlamento nacional detrás. Varios carteles muestran el número 15 en rojo. Otros contienen caricaturas del presidente serbio, el populista prorruso Aleksandar Vucic, cual gusano mordiendo manzanas sanas o villano con las manos goteando sangre. Los silbatos y bocinas retumban por las calles, cortadas a diario por miles de personas que homenajean a las 15 víctimas mortales del colapso de una marquesina en la estación de tren de Novi Sad el pasado 1 de noviembre. Desde entonces, todos los días a las 11.52 —la hora en la que se produjo el accidente— se paralizan las ciudades de Serbia con 15 minutos de silencio, un gesto que nació para recordar a los fallecidos y pronto derivó en una masiva crítica a la supuesta corrupción de las autoridades. Las universidades se han convertido en trincheras donde los jóvenes se organizan, acumulan alimentos cedidos por la ciudadanía y toman decisiones democráticamente como una marea uniforme, sin líderes y sin vincularse a partidos, todos contra el “corrupto” Vucic. Sin pausa, desde hace tres meses.