La sociedad civil ante la dana
Las inundaciones de Valencia dejan dos lecciones reconfortantes: la juventud no es de cristal, y son muchos los empresarios que no tienen como único objetivo la maximización del beneficio

Han pasado ya tres meses desde que la dana arrasó 89 municipios de la provincia de Valencia y acabó con la vida de 224 personas. Según estimaciones del Ivie, ha destruido activos privados y públicos por valor de, al menos, 17.000 millones de euros. Las evidencias acumuladas de fenómenos similares recomiendan seguir tres reglas para optimizar la recuperación: I. Las ayudas deben llegar a la mayor brevedad para salvar personas y negocios. II. La recuperación debe diseñarse con visión de largo plazo y con la coordinación de todos los niveles de gobierno. III. La confianza en las instituciones es clave. No se cumple ninguna de las tres. La desconfianza actual tiene precedentes: a la financiación del Plan Sur —que desvió el cauce del río Turia tras la riada de 1957— contribuyeron los sellos de Correos que pagaron los valencianos durante 20 años. Ahora comprueban, con desánimo y rabia, la lentitud y descoordinación con la que llegan los recursos públicos, preguntándose si serán suficientes para evitar el estancamiento duradero de la zona.