La visión aspiracional de los EE UU de Trump
Lo primero que hay que hacer para comprender cualquier movimiento político es tomarse en serio el origen de su popularidad
Cuando Donald Trump resultó elegido por primera vez, los mismos politólogos que habían dicho insistentemente que nunca podría ganar unas elecciones presidenciales se apresuraron a coincidir en la interpretación de su éxito: era un populista autoritario que dividía a los votantes entre los estadounidenses “de verdad” y todos los demás y prometía poner a los primeros al mando y marginar (o, según los más alarmistas, meter en campos de internamiento) a los segundos. De acuerdo con esta interpretación, había dos cosas intrínsecamente unidas: el talento y la capacidad demagógica de Trump para movilizar a la opinión popular en contra de las normas y los valores de una clase dirigente que inspiraba una gran desconfianza y su habilidad para aliarse con un electorado predominantemente blanco y mayor que había perdido posición social, tenía miedo al futuro y se proponía a resistirse al cambio como fuera.