Las democracias liberales tienen que abrir los ojos ante un mundo viejo y bronco
Hay que olvidarse de la política binaria de la Guerra Fría y armar alianzas fuertes en función de los distintos ámbitos de actuación
Cuando el presidente Donald Trump, en su vuelta a la Casa Blanca, fija su objetivo en Groenlandia, Panamá y Canadá, como Vladímir Putin lo fijó en Crimea y Xi Jinping en Taiwán, está siendo a la vez síntoma y causa de un nuevo desorden mundial. El trumpismo no es más que una variante del transaccionalismo, que constituye el lema central de este nuevo desorden. Las democracias liberales, en especial las europeas, tienen que abrir los ojos y darse cuenta de que huele a pólvora.