Las mafias del cibercrimen cuentan con un ejército de más de 250.000 esclavos sometidos a torturas, extorsiones y violaciones
El negocio del fraude en Internet impulsa la proliferación de macrocentros de estafas que causan en las víctimas mucho más que daños económicos

Mohammed Arshad, de origen indio, tiene 34 años. Le contactaron por redes sociales para ofrecerle un “buen trabajo”, de unos 1.000 euros mensuales, en una compañía tecnológica de Laos. Cuando llegó, se dio de bruces con la realidad. “Me confiscaron mi pasaporte y se negaron a devolvérmelo hasta pagar unos 100.000 euros o trabajar gratis durante un año”, relata. Su misión, estafar con identidades falsas a través de internet con consecuencias devastadoras en los afectados que van más allá del daño económico. Durante su cautiverio, hasta la pasada primavera, observó torturas y violaciones, algo similar a lo que le ocurrió a Xu Bochun, de 39 años y procedente de Shanghái, según relató hace unos días a EL PAÍS. Arshad y Xu Bochun han sido víctimas de las mafias del cibercrimen, que reclutan con engaños en hasta 22 países más de 250.000 personas como mano de obra forzada para lo que Jürgen Stock, secretario general de Interpol hasta el pasado noviembre, califica de “epidemia del fraude a escala masiva y mundial”.