Las malas hierbas reclaman un espacio en la agricultura y la gastronomía madrileña
Incorporar plantas silvestres en el cultivo y la cocina contribuye a generar cultivos más resistentes a eventos meteorológicos extremos y a cosechar productos con beneficios para la salud
Las llamadas malas hierbas. Esas plantas que crecen entre las grietas del asfalto, pero también libres en el monte. Esas que tanto molestan cuando aparecen en su huerta y de las que se tira de raíz para que no vuelvan a salir. Pero lo hacen. Crecen. Resisten. Tercas, reclaman su espacio. Esas plantas, de uso tradicional entre quienes han habitado históricamente el campo, buscan ahora conquistar la agricultura madrileña. O más bien, buscan complementarla, diversificarla y nutrirla para generar agroecosistemas —sistemas agrarios (huertos y cultivos) que, además de tener un enfoque productivo, tienen un importante componente ecológico y de conservación— más resilientes, con mayor capacidad de adaptación al cambio climático y que brinden alimentos nuevos y saludables a los habitantes de la capital y de sus alrededores.