Las plantas rupícolas, indispensables de la flora urbana en ciudades y pueblos
Esta especie, entre las que se incluyen las cimbalarias y las parietarias, adora todo lo escarpado, disfruta con la verticalidad y crece casi sin sustrato. En algunas regiones europeas, se consumen en ensalada y se emplean por sus propiedades medicinales, pero quizás el uso más curioso tiene que ver con su cualidad como limpiadora de objetos de vidrio

“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blasón”, reza uno de los lemas que hablan de la fundación de la ciudad de Madrid, hace unos cuantos siglos. Cada parte de esta sentencia dicta los orígenes de la urbe: el agua, abundante en sus arroyos y el subsuelo, y su defensa gracias a unas murallas edificadas con sílex, piedra de la que saltan chispas al impactar sobre ellas cualquier proyectil que se lanzara. Al agua y a la roca habría que añadir que muchos de los actuales muros de sus innumerables construcciones tienen una compañía orgánica de lo más bella, en forma de pequeñas plantas. Y esto no solo ocurre en Madrid, sino por toda la geografía española, ya sea Cádiz, Talavera de la Reina o Luesia.