Llega la procesionaria, no las toque ni las queme: qué hacer ante la oruga más temida
Las largas filas del insecto, que puede provocar reacciones alérgicas en personas y mascotas, han comenzado a aparecer ya por zonas urbanas
Llevan miles de años conviviendo con los pinares mediterráneos, pero las interminables filas de peludas y urticantes orugas procesionarias (Thaumetopoea pityocampa) siguen causando escalofríos en la población. Ahora es la época ―aunque adelantada y de más duración que antaño― en la que estos temidos insectos descienden de los pinos y se topan con personas y sus mascotas por parques urbanos y montes. Si se sienten atacadas, se desprenden de sus pelos y pueden provocar desde urticarias a reacciones alérgicas y afecciones respiratorias en personas y mascotas, que pueden ser graves. Se aconseja no eliminar los nidos por cuenta propia, con gasolina, insecticidas, disparando con una escopeta para romperlos o cortando las ramas donde se encuentran —métodos que pueden afectar a la seguridad o la salud de las personas—. Lo más recomendable es llamar a expertos en el control de plagas fitosanitarias, indican comunidades autónomas y ayuntamientos, que intentan año a año controlar su proliferación, sobre todo en zonas urbanas. Pero si no, lo mejor es alejarse de ellas, controlar a los niños, además de llevar atados y vigilados a los perros.