Lula da Silva en el infierno y la Amazonia con él
Con la caída de la popularidad del presidente brasileño cae la posibilidad de salvar la selva amazónica para salvarnos a nosotros

“Lula le dice a la gente que no compre... ¿A dónde vamos a parar?”, “Trump se inspira en Gaza, para desesperación del islamoizquierdismo”, “El Consejo de Derechos Humanos de la ONU se ha convertido en un desfile de comunistas”. Estos titulares aparecen estampados en pantallas esparcidas por un supermercado de la ciudad de Altamira, a 800 kilómetros de Belém, la capital amazónica que acogerá la COP30. Proceden de una de las máquinas de desinformación disfrazadas de plataformas periodísticas de la extrema derecha evangélica. Lo que pone lo lee como verdad cualquiera que compre o codicie un trozo de carne de vaca nacida para morir en una zona deforestada. Es un microcosmos que reverbera la difícil situación de Lula da Silva, cuyo índice de aprobación cayó en picado a principios de año, hasta el 24%, el peor de sus tres mandatos. Reverbera también el drama de un mundo en el que la extrema derecha está mucho mejor organizada para ganar elecciones que la izquierda, el centro o incluso la vieja derecha. En este contexto, la posibilidad de que la petrolera estatal brasileña Petrobras abra un nuevo frente de explotación en la Amazonia está cada vez más cerca de la realidad, a pesar de que se haya agravado el colapso de la casa-planeta causado principalmente por los combustibles fósiles.