Madrid como una sala de espera
La presidenta de la Comunidad de Madrid nos amarró, hace cinco años, a una espera, a un dolor, del que no nos podremos soltar hasta que ella decida pedir perdón

Madrid no está construida para la espera, pero estamos atrincherados en ella hasta que alguien solucione todo esto. La capital se configura urbanísticamente de manera que podemos movernos por ella como en un scrolleo multidireccional e infinito que nos mantiene entretenidos. Por ejemplo: salgo de trabajar, me tomo unas cervezas, me lío, me apetece ir al cine y me compro unas chuches, pero, cuando salgo, tengo hambre y voy a por un bocata y entonces me olvido, por un rato, de que se me pasó salir del Woffu (el sistema que gestiona mi tiempo laboral) y de que Ayuso aún no ha pedido perdón. “Las grandes ciudades son adecuadas para una distracción que llamamos deriva” explicaba Guy Debord en sus textos sobre psicogeografías y cómo el entorno urbano nos atraviesa modificando nuestros comportamientos y emociones.