No hay que abusar de las analogías entre 1933 y hoy, pero existen
No es tiempo de utopías factibles, sino de distopías. Y las de Huxley y Orwell nos ayudan a entender dónde estamos

Santos Juliá, como los grandes historiadores, era muy precavido con las analogías. Estaba contra la abundancia de su uso por parte de científicos de otras materias sociales y, a veces, de sus colegas. Cuando es preciso hacerlas hay que acompañarlas de una especie de columnas mentales con los aspectos en los que se parecen las situaciones y los tiempos, y los que las diferencian. Lo muestra con claridad en su último libro póstumo, recién aparecido (Nunca son inocentes las palabras, editado por Miguel Martorell y Javier Moreno Luzón, Galaxia Gutenberg), que recoge tribunas y columnas de opinión publicadas en EL PAÍS durante tantos años, debidamente editados y ordenados.