Occidente contra Occidente
El reforzamiento de nuestra identidad está en el origen de ese racismo, cada vez menos sutil, desde el que miramos los conflictos actuales


Que eso que llamamos nuestra identidad sea tan importante tiene el riesgo de hacernos perder pie con la realidad. Por ejemplo, ¿qué es Occidente? Lo asociábamos a un imaginario de valores democráticos y de mercado: derechos humanos, libertad, bienestar. Hoy, eso está asediado por movimientos reaccionarios, la demonización de minorías y grupos vulnerables y las deportaciones masivas, que ya sabemos a qué nos recuerdan. Ni hablemos de la UE y nuestra mermada capacidad para asumir riesgos y trabajar como bloque. No busquemos fuera intentos de boicot de esa supuesta bondad que pensábamos que proyectábamos al mundo: la impugnación de Occidente viene de Occidente mismo. El reforzamiento de nuestra identidad está en el origen de ese racismo, cada vez menos sutil, desde el que miramos los conflictos actuales y que agitan las propuestas de la ultraderecha: refugiados, inmigrantes y otras minorías son una suerte de quinta columna que desea subvertir nuestros preciados rasgos occidentales. Piensen en Netanyahu, quien sugiere que la masacre de Gaza es una batalla por salvar “la civilización occidental”. Si así lo fuese, no merecería ser salvada.