Parar el balón, honrar al muerto
La suspensión del partido entre Barça y Osasuna tras el fallecimiento del doctor Miñarro y el excelente acompañamiento de clubes y Liga recuerda la importancia de despedirse de los que se van, aunque todo deba detenerse de golpe

Una mañana, tres meses después de que hubiese muerto, la portera llamó al interfono y le dijo a mi madre que un mensajero subía en el ascensor para entregarle algo. El hombre, con una gorra, sacó de una carpeta un albarán para firmar y un paquete en el que estaban las cenizas de mi padre. La muerte, como a tanta otra gente, le sorprendió durante la pandemia, y aunque no tuviese nada que ver con el virus, silenció su despedida, obligado a marcharse por la puerta de atrás. Ni funeral, ni condolencias, ni entierros ni algún tipo de luto. Ahora hace justo cinco años. Y vuelve siempre que escucho a Díaz Ayuso o a Miguel Ángel Rodríguez hablar con desprecio de la “familias”, esa gente que sufrió el fallecimiento de sus próximos en residencias. Regresa cada vez que la muerte interrumpe algo de golpe y, a diferencia de entonces, todo se detiene y se respeta lo que representa.