¿Por qué no dejamos de desear cosas, estatus y experiencias?
Queremos tener, pero también molar, en un proceso intensificado por la tecnología y vehiculado por el ‘marketing’ y la publicidad. Ya lo señalaba el filósofo Mark Fisher

En un anuncio de Apple, dirigido por Ridley Scott en 1984, una mujer con atuendo informal y colorido se rebela contra unos grises funcionarios que recuerdan al Gran Hermano de 1984, de George Orwell. El mismo año, otro anuncio de Levi’s relata cómo un hombre cuela unos jeans de contrabando en la Unión Soviética. Más recientemente, en 2011, la política conservadora británica Louise Mensch criticaba a los manifestantes anticapitalistas de Occupy Wall Street por beber café de Starbucks y utilizar iphones, productos estereotípicos del sistema que proponen superar. Queremos cosas y queremos las mismas cosas. Son tres ejemplos que ilustran las relaciones entre el deseo consumista y el capitalismo, cómo el primero ha sido instrumentalizado por el segundo, tal y como se recogen por el pensador Mark Fisher en Deseo postcapitalista (Caja Negra), uno de los volúmenes relacionados con este espinoso asunto. Por ejemplo, Capitalismo libidinal (NED Ediciones), de Amador Fernández-Savater, o Política del malestar (Debate), de Alicia Valdés.