¿Quién teme a Braunau?
La resignificación de los lugares que han ganado trascendencia histórica por las dictaduras merece una revisión cultivada y crítica
La derecha española se burla de cómo la izquierda siempre echa mano del franquismo si no tiene nada más que agitar en la actualidad política. Pero con esto sucede como con el conflicto migratorio, del que se ha apropiado el ultranacionalismo por la sola razón de que la izquierda no propone una estrategia razonable. Los rivales ocupan lo que tú no aciertas a explicar. Y en España es inexplicable cómo es que, tantos años después de la Guerra Civil, la derecha, a la que tan bien le ha ido en democracia, no sea nunca capaz de deslindarse de la dictadura. Incluso cuando irrumpió la propuesta de Ciudadanos, cada vez que llegaba la hora de emprender la recuperación de las fosas de las víctimas olvidadas de la Guerra Civil se les atragantaba el paso y votaban en contra. No abrir viejas heridas se convirtió en sinónimo de cobardía y asunción del franquismo como veta original de la que nacían los conservadores españoles. Es un error no haber logrado una visión diferente. Se percibió con la resignificación del Valle de los Caídos y el traslado de los restos de Franco, que resucitó una carcundia escondida bajo el brasero y excitó a jueces prevaricadores y nostálgicos que loaban la Transición sin haberla comprendido del todo.