Señores feudales 2.0
Los amos del mundo se han desprendido de todos los disfraces
“No se le pueden poner puertas al campo”: es lo que nos repitieron hasta la saciedad cuando empezó internet. Y eso que la historia del capitalismo es una historia de cercamientos, de privatización de lo común. Fueron más rápidos que nuestro espíritu crítico, las posibilidades de la inmediatez nos deslumbraron hasta cegarnos. Dejamos que esos avezados nerds se hicieran con las riendas del mundo y caímos todos en sus redes como moscas gracias a una droga infinitamente más efectiva que la heroína o la maría: el narcisismo, ese valor hegemónico en Occidente difundido por las más poderosas corporaciones. A ellos les sale a cuenta que no hagamos más que mirarnos el ombligo individual e individualista, sin atisbos de conciencia colectiva, que estemos pendientes de todas y cada una de las cosas que nos pasan y convirtamos cualquier particularidad, rasgo o diferencia en una identidad perseguida. Todas las particularidades, menos la pobreza, claro está; esa no existe, esa desaparece siempre detrás de los trucos de los ilusionistas.