Siempre hubo tiempos mejores para los antihéroes de Peckinpah
En el centenario de este cineasta, dudo que en la actualidad le permitieran realizar películas como la grandiosa ‘Grupo salvaje’, la preciosa ‘La balada de Cable Hogue’ o la turbadora y feroz ‘Perros de paja’


Es difícil imaginar a Sam Peckinpah como centenario, con alzhéimer o demencia, sumiso, acabado. La palmó antes de los sesenta, chorreando alcohol y polvo para la nariz. En cuanto a su cine, dudo que en la actualidad le permitieran realizarlo. Demasiada testosterona, continuo y fascinado tratamiento de la violencia, ningún afán didáctico ni culturalista, retratista de gente nada ejemplar según las reglas moralistas y que sobrevive o muere en medio de orgías de sangre. Y cuando aparecen mujeres en su obra, casi siempre interpretan a putas. Gozó de esplendor en la industria y de fascinación en el público durante una época larga, pero sus últimas películas Los aristócratas del crimen y Clave: Omega son malas, parecen una caricatura de sí mismo, de alguien que hizo un cine épico, emocionante, melancólico, complejo. También lírico en medio de la brutalidad. Con frecuente formato de wéstern, describe a gente que está al final de sus delictivas carreras, que insistentemente cuando les proponen algo que implica un riesgo mortal suelen responder: ¿por qué no?, algo habitual en el mundo de los perdedores.