Un golpe de suerte
Conviene tomar testimonio de todo, hasta de que te trague una ballena,para que las imágenes o las palabras nos protejan de confusiones y de tergiversaciones maliciosas

Dice que fue un segundo, pero ya se sabe lo que pueden llegar a los segundos si se viven bien: pueden ser minutos, días y noches. Dice que él navegaba con su bote por el estrecho de Magallanes y que cerró los ojos, como si ya supiera que se iba a quedar a oscuras, en la boca de una ballena. Todo lo demás, Adrián Simancas lo sintió en un segundo, que fue eterno. Se sintió en la boca gelatinosa de un animal y sintió que se iba a morir. Quizá fue por eso que contuvo la respiración y dejó que el instinto le cerrase la nariz y los ojos. Los abrió fuera, cuando la ballena lo devolvió al mar y a la vida, y cuando pudo escuchar en otro bote la voz tranquila de su padre, que parecía recién salido de una historia mágica de García Márquez en la que fuese lo más corriente que un animal inmenso escupiera a su propio hijo. “Tranquilo”, le gritó el padre con una templanza capaz de domar las aguas: “No te subas al bote. Agárrate a mi cuerdita”. La otra noche, Adrián Simancas, de 23 años, rememoró el pasaje en la radio. Contó que su padre iba haciendo lo que habrá que hacer cada vez con más frecuencia: grabar, para que nadie pueda desmentir lo que hayamos vivido. Al cabo, están cambiando muchas cosas en muy pocos segundos y existen muchas pulsiones por desmentir lo que hemos visto, asistidas por tecnologías que permiten sofisticados engaños. Por eso conviene tomar testimonio, para que las imágenes o las palabras nos protejan de confusiones y de tergiversaciones maliciosas. De nosotros mismos y de los trucos que permita la inteligencia artificial.