Un nuevo mandato, una nueva era
Estamos contemplando un derrame generalizado de violencia ejercida con total impunidad. La (ultra)derecha caníbal frente a la cámara: la deglución del otro más débil, el encumbramiento mezquino del poderoso, y el opaco silencio de los que miran
La toma de posesión de Trump no se hace al aire libre porque el frío es tan intenso que puede matar. Temperaturas gélidas, muy por debajo de cero, parcialmente causadas por el vórtice polar, que contrastan con el ardor de los incendios de Los Ángeles, cuya ceniza aún sobrevuela buena parte del país. Ceniza y hielo para el nuevo presidente, negacionista climático. Ceniza y hielo sobre los tejados de una Casa Blanca que, de manera insólita en este tipo de actos, recibirá a líderes extranjeros. De nuestro país, asistirá Santiago Abascal, aunque es cierto que en la internacional reaccionaria la idolatría ya no parece tan importante: se retroalimenta de odio. Qué se puede esperar del primer presidente convicto de la historia de Estados Unidos; de quien lo ha ganado todo —las dos Cámaras, el voto popular—; de quien logró alterar, a su favor, la composición del Tribunal Supremo y ahora este organismo le garantiza inmunidad frente a distintas tropelías, como confirmó en una sentencia. Qué se puede esperar de quien amenaza con tomar por la fuerza militar Groenlandia, un territorio perteneciente a una nación miembro de la Unión Europea y la OTAN, es un misterio que iremos resolviendo poco a poco, probablemente con ciertas dosis de violencia y chantaje económico; probablemente, el mundo no vuelva a ser nada parecido a lo que conocemos cuando hayan transcurrido los próximos cuatro años.