Verdeliss se vende mejor que el atletismo
Estefanía Unzu llega al gran público por su récord en una prueba de 100km, una distancia que no es olímpica. Pero yo prefiero ver acelerar a Mariano García y sus piernas de goma bajo el haz de luz que se cuela por la cubierta de Gallur

La pista cubierta de Gallur, en Madrid, es un espacio mágico. Entre las bóvedas de madera se filtran los rayos del sol y se crea un hermoso claroscuro sobre un tartán tan marrón que parece un sendero de tierra. Allí, durante cuatro sesiones y tres días, lo mejor del atletismo español se ha exhibido para delirio de un público, no más de 2.500 personas el mejor de los días, que ha vibrado con un demonio de Tasmania llamado Abel Jordán, que hunde sus raíces en Cuba por esos dramas de la política y de las familias que tuvieron que huir de Franco y luego de Fidel, y con la mejor generación de velocistas de la historia de este país. Pero también viendo flotar sobre el listón a Ona Bonet o el vuelo rasante de Carmen Rosales y Jaime Guerra, al que llaman Aerolíneas Guerra. O una promoción de ochocentistas que, tan buenos son, se reparten entre el 800m y el 1.500m para acaparar casi todas las medallas.